Hola, familia bonsailera.
Sí, somos muy ‘pesaos’, lo hemos dicho muchas veces, pero insistimos:
Hemos de ‘escuchar’ al árbol. No se trata de hacerlo de manera literal, aunque a veces, sí sea tal cual, por ejemplo, escuchando los crujidos de la madera para poder detenernos a tiempo.
El resto de las veces tendremos que ‘escuchar’ lo que nos dice, véase, observar su estado de salud, o saber abstraernos de lo supérfluo dejando que las formas del árbol guíen nuestra inspiración para alcanzar la meta final, extraer el ‘alma’ y plasmarla en un diseño que dispare el valor del prebonsái elevándolo a la categoría de obra de arte. Y con esto hemos de diferenciarlo de obra maestra, que sería el siguiente nivel, donde pocos llegan, pero ese es otro tema del que no vamos a hablar hoy.
Nos encargaron el trabajo de un pino albar doble tronco, muy poco frecuentes y apreciados.
Sokan de Pinus sylvestris.
La disposición de los troncos es excelente y la diferencia de grosor entre ambos es muy buena.
Como la primavera venía con retraso, nos dispusimos a trabajar este yamadori en el mes de mayo. Como se ve tiene un montón de verde y tendremos que empezar por reducir el volumen para adecuarlo al grosor y altura de los troncos.
Pero en ese momento detectamos flujos de savia en algunas de las ramas.
Normalmente, la exudación de savia es señal de que el pino se está defendiendo, pero ante la duda de si ha logrado contener el ataque o no, era mejor parar el trabajo en este punto, tratar el árbol y vigorizarlo de cara al diseño posterior.
Y así, tiempo después, volvió al taller para ponerlo guapo. Podamos las ramas marcadas y modelamos, quedando el pino como muestra la fotografía inferior:
Esperemos que este ejemplo os sirva para ayudaros a parar a tiempo antes de arriesgar la vida de alguno de vuestros bonsáis.
Nos vemos en la próxima entrada y, recordad que AGUA DEL CIELO NO QUITA RIEGO.
¡Hasta pronto, familia!
David.