¡Hola!
No siempre se obtienen grandes materiales para crear nuestros bonsáis. El punto de esto es sacar partido a la cosa más fea del jardín. Dicen que no hay un libro tan malo que no tenga nada bueno, pues con los prebonsáis nos pasa lo mismo. Todos tienen una virtud, aunque solo sea una, desde la que podemos partir para formar nuestro bonsái de la Kokufu. Tal afirmación puede resultar excesivamente pretenciosa y, no se trata de ganar la Kokufu con nuestro bonsái que, seguramente, no lo hagamos nunca, sino de conseguir desarrollar nuestro árbol de tal manera y con tal calidad que podamos presentarlo con orgullo a cualquier exposición/concurso de nivel internacional. Sí, ya sé que tú no quieres exponer tu bonsái. Hay personas que disfrutan su colección en su casa, con sus amistades y no quieren saber de concursos ni gaitas. Es entendible, pero hasta esas personas quieren tener sus bonsáis en las mejores condiciones. El punto de todo esto es que de cualquier material se puede obtener un gran resultado. Tal vez no en su primer trabajo, puede que tampoco en el segundo y es posible que perdamos la cuenta de las intervenciones necesarias hasta alcanzar el cénit de nuestro diseño. La clave es: fijar un objetivo y trabajar duro hasta alcanzarlo.
Es el caso de este pino que os presentamos a continuación.
Este pino silvestre medía casi dos metros de longitud antes de trabajarlo. Tal y como está tiene un aspecto natural muy bonito pero al verlo desde el lateral observamos que su profundidad es cero. El ápice, suponiendo que bajásemos algo la rama de la derecha, sale desde la rama central. Vamos, que desde el frente y visto desde la distancia podría dar el pego, pero si nos acercamos…
Todo el verde se dirige hacia el frente. Es un material que mucha gente tildaría de inservible. Pero bueno, es un yamadori, por lo que tiene edad y carácter. Y esas son, prácticamente, sus únicas cualidades. Las hojas se encuentran lejos del tronco y las ramas son largas y cilíndricas. Una joya, vamos. Pero tiene «algo» y además se nota que es bastante viejo por lo apretado de la corteza y la forma que dibuja.
El hacer un gurruño con las ramas para acercarlas al tronco no es viable por su aspecto final que no se podría hacer de manera congruente. Podríamos injertar nuevos brotes cerca del nacimiento de las ramas. Hay alternativas y, en este caso, optamos por dar una formación en estilo barrido por el viento; aprovechando una clase, lo llevamos para analizarlo y trabajarlo estudiando pros y contras de cada opción.
Seguramente tú, que estás leyendo esto, habrías preferido otra opción, o no, nunca se sabe.
Así que enrafiamos las dos ramas superiores y nos dispusimos a doblar. La primera rama se usaría prácticamente tal y como estaba.
Recordad que las dos ramas enrafiadas se dirigen hacia adelante y, la más alta, nace hacia la derecha.
Es un primer esbozo. Sobran ramas, no se ha colocado en detalle y habrá que esperar a ver cómo se desarrolla.
Era el momento de dar un repaso. Durante los dos años anteriores se eliminó la rafia, tiempo después los alambres, se repusieron algunos para no perder la forma y poco más que regar y abonar.
Ahora íbamos a podar algunas de las ramas sobrantes y a reponer algunos alambres para recobrar la postura de las ramas principales.
Como gran diferencia se ha podado la rama más baja de la derecha de la shashi-eda. Y así lo dejamos brotar libremente puesto que tenía unas yemas muy pequeñas. El objetivo inicial era haber hecho mekiri esta temporada, pero andaba justo de vigor y hubo que cambiar de plan.
Es un fukinagashi y, como tal, el objetivo es ir aligerando la copa poco a poco de manera que las masas de verde queden separadas las unas de las otras. Que sintamos el viento circular entre ellas.
Recordad que el mantener ramas de más nos va a ayudar a fijar la posición del resto con mayor rapidez. Así que, despacito y buena letra.
Podemos ver que también se ha puesto alambre en la rama de profundidad. Más adelante corregiremos los detalles.
Se ha aplanado la rama que tenía excesivo volumen. Aun sobran algunas ramitas, pero al ser una rama muy larga, necesita fijar bien su posición y para eso se necesita crecimiento.
Podemos cortar en el punto que indica el palito haciendo un pequeño jin, sin embargo no nos gusta mucho la linea que dibuja tan horizontal haciendo una U con las dos ramas craciendo paralelas. Si cortamos, se hace más evidente que si conservamos la parte superior que engaña al ojo haciendo que suba y desviando la atención del par que crecen hacia la izquierda.
Vamos a alambrarla y veremos si hay que volver a tensar otro poco.
Colocamos un palito para que nos haga de tope y la rama no se mueva desde el punto de contacto hacia la derecha, solo moveremos el tramo a su izquierda. Las varas que usamos son de haya. Se pueden adquirir en centros de bricolage como espigas o material para espigas de diferentes grosores, desde 4-6mm hasta unos 25mm de diámetro. Las últimas que compramos eran de 12 y de 16mm. Cuanto más largo sea el tramo necesario, más calibre ha de tener. Se puede hacer con barras de tetracero pero son más difíciles de cortar y más pesadas también aunque, evidentemente, son más rígidas. Estas de madera son fáciles de encontrar y de cortar (nosotros también tenemos en cuenta el menor peso que el tetracero porque debemos desplazarnos con ellas dentro del maletín de herramientas y hay que aligerar la carga a transportar).
Ya solo nos resta por modelar el ápice y terminar de hacer algunos ajustes.
Pero antes, recordemos cómo quedó tras su modelado inicial:
Ahora podemos sentir el viento empujando al pino. La diferencia entre el primer diseño y ahora es evidente, sin embargo, en ese trabajo inicial se sentaron las bases para llegar a este punto ahora. No nos obsesionemos con un resultado perfecto en el inicio, hay árboles con los que se puede dar ese brillo con solo una formación y otros, por la complejidad del trabajo o, por que debamos preservar la salud del ejemplar, tendremos que esperar a refinarlo en posteriores refinados. No perdamos de vista que, un bonsái, si está bien cuidado, va a seguir su vida durante varias generaciones por lo que, dejemos a un lado el ego, el pensar en «me voy a morir antes de verlo terminado», no se trata de nosotros, se trata de ellos, miremos más allá.
Las tres ramas se han tratado como si fuesen troncos individuales, cada una tiene su propio ápice. El de la rama principal es bastante pesado todavía pero, como hemos dicho al principio, aligeraremos con futuras podas según vaya madurando el bonsái.
Tal vez la rama que baja de la rama más alta, haya quedado algo más baja de lo deseable, contamos con que, al quitar el tensor, se levante un poco, así que la dejamos así y esperaremos a ver cómo evoluciona.
Este año toca trasplantarlo, así que buscaremos una maceta que, sin ser la definitiva, se aproxime más a su aspecto final ya que la esmaltada que tiene era la única disponible en el jardín por tamaño y forma. Deberá ser irregular en cuanto a sus lados ancho/fondo, es decir, no nos vale ni redonda, ni cuadrada, ni hexagonal…que tienen el mismo ancho que fondo y, en ese tipo de macetas, el bonsái ha de estar plantado justo en el centro, lo que nos va a restar en estabilidad
Buscaremos una rectangular, ovalada, mokko o incluso una kurama, aunque la primera opción y la última son las menos deseables.
Durante el proceso de formación, el nuevo crecimiento ha reventado la corteza vieja volviendo a mostrar los tonos anaranjados de árboles más jóvenes por lo que hemos perdido algo de esa apariencia de vejez que teníamos al principio. Recordad que la corteza aparece con el crecimiento. La corteza joven se va secando y cambiando de color con el paso del tiempo y, el crecimiento interior del cambium que va añadiendo capas (así se forman los anillos de crecimiento con los que podemos saber la edad del árbol), al sumar capas cada año pero haciéndolo desde dentro, la zona exterior llega un momento que se rompe, se resquebraja y así es como se forma la tan apreciada corteza.
La recuperaremos mientras se sigue desarrollando la formación del árbol. Calculamos que el momento óptimo de este diseño llegará en una unidad de tiempo japonesa, vamos, en una década. Esperemos que en ese momento, su apariencia de vejez vuelva a llevarnos a pensar que se trata de un pino añejo. Evidentemente se ve que es viejo, hasta la persona más neófita puede imaginar que tiene bastantes años de edad, pero digamos que ha recibido un tratamiento de lifting, hemos dejado de ver arrugas, pero se nota su madurez.
Bueno, dejo de daros la chapa ya. ¡Ja, ja, ja!
Esperemos que os haya gustado y os sirva de inspiración para vuestras obras. Deseo que se llegue el momento de volver a enseñaros este ejemplar y que coincidamos en que se ha convertido en un pepino.
Recordad que, agua del cielo no quita riego. ¡Revisad siempre vuestros bonsáis!
¡Hasta la próxima!
David.
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