Imprimiendo carácter a un bonsái.

Hola, familia bonsailera.

A veces, tenemos un material de partida que no posee prácticamente nada de personalidad y carece de puntos fuertes como para crear un bonsái atrayente. En esos casos, si no tiene rollito, ¡hay que pintarlo!

Partimos de un material bastante sosillo a pesar de ser de origen yamadori:

2011/02/19.

El pino se recuperó en noviembre de 2007. Se dejó dos años de libre crecimiento, se trasplantó en 2010 y en 2011 decidimos comenzar su formación. Como se puede apreciar en la foto, las raíces nacen levantadas sobre el nivel del suelo y el tronco se divide en dos bastante cerca de la base. No tiene corteza bonita y el verde está en «ca’ Dios» (muy lejos).

Tras la primera formación.

Aquí surgió la idea de dejar que se clavase el alambre. Se puede ver, en la segunda curva hacia arriba del tronco, que en ese punto el alambre se ve claramente en un ángulo más forzado. La clave es no dar las vueltas de alambre bien, si no con cierta diferencia para que la espiral que dibuje sea más azarosa. Ahora hay que dejar que crezca nuestro árbol hasta que se clave el alambre como si no hubiese un mañana.

Podemos abrir el shari sin este truquito (le copiamos la idea a Sebastián Fernández tras su artículo en BA), pero dependiendo de la especie, puede que fracasemos y se muera nuestro árbol. Al hacerlo con la guía del alambre, el paso de savia se va reconduciendo poco a poco haciendo el trabajo más seguro.

Se pueden ver las marcas del alambre. 2017/10/23.

Ahora viene lo interesante: abrir el shari siguiendo las ‘mordidas’ del alambrado.

¡Listo!

Se ha hecho jin con la rama de sacrificio siguiendo las marcas. Se aprecia que no son iguales los trazos dejados por el alambre. Ahora a dejar crecer otro poco.

2024/10/09. Así llegamos a día de hoy.

Cada cierto tiempo se han reabierto los sharis, se ha vuelto a trasplantar…Lo normal.

Se aprecia una zona con selladora blanca…

La vez anterior en que se reabrieron los sharis, en ese punto, cerramos tanto la espiral que la convertimos en círculo. Sí, en círculo. Cortamos el paso de savia en todo el tronco, como al hacer un acodo. Basándonos en que, al acodar un árbol, este sigue funcionando, pusimos selladora y cruzamos los dedos.

Pero ahí está, como un torete.

Así ha quedado tras el trabajo.
Parte baja del tronco antes.
Parte central del tronco.
Después.
De esto partíamos…
Aspecto final. El arbolito, ahora sí, tiene carácter.

Como se ve, se han dejado otros dos tirasavias y se han colocado las ramitas para comenzar con el trabajo de formación de la copa. Hasta ahora nos habíamos centrado en que el pino rebosase de vigor para que respondiese con alegría aunque, precisamente esa fuerza, nos ha llegado a unir los labios de cicatrización de arriba y abajo. Pero no todo va a ser malo, eso hace que la parte del shari quede con más carácter.

El plan de trabajo ahora es: conseguir una buena brotación en primavera, desalambrar, realambrar y hacer algo de poda y selección de acículas de cara al otoño de 2025. En ese momento podremos vislumbrar la futura estructura de ramas de nuestro bunjin. En 2026 lo trasplantaremos de nuevo y en ese otoño, la copa comenzará a estar ‘pintona’ y lista para una nueva brotación en 2027. Año en el que se cumplirán ‘dos unidades de tiempo’ de nuestro bonsái. Dos décadas. Veinte años. Que se dice pronto. Este proceso de formación se puede llevar a cabo en menor tiempo, manteniendo nuestro bonsái en una maceta de mayor tamaño y repitiendo los trabajos con más asiduidad. ¡Pero no tenemos prisa! ¡Sólo disfrutamos del camino que seguimos junto a nuestro bonsái!

Nos vemos en la próxima entrada.

¡AGUA DEL CIELO NO QUITA RIEGO!

Un saludo.

David.


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